QUE HARÍA HOY SI REALMENTE FUERA YO

(Testamento para una Especie en Extinción)

Rompería el alba como se rompe un contrato:

con tinta de hígado y firmas de hueso.

No me pondría la piel que esperan,

saldría al mundo con las tripas al aire

—mi único traje de gala—.

(«¿Dónde está tu decencia?», gritarían.

Y yo, señalando el basural de sus banderas:

«Ahí, entre los restos de lo que nunca debimos tragar»)

En la estación donde los relojes devoran minutos,

escupiría mi nombre en la máquina de turno.

Dejaría que el último tren se lleve

todas las monedas que me dieron

por callarme cuando el verdugo

me pidió opinión.

—Huelo a café quemado y tinta de impresora,

pero bajo esta costra de smog de oficina

late el código genético

de los que prendieron fuego a los registros—

Cuando me pregunten «¿En qué te especializas?»

mostraré mis manos:

—Esta cicatriz es de cuando intentaron

que arreglara el sistema desde dentro.

Esta quemadura, de cuando descubrí

que los manuales de reparación

están escritos con mentiras—

«Sobrevivo, pero hoy al menos

no he vendido mi sombra

para comprar luz artificial.»

Y si la noche viene con sus cuentas por cobrar,

si el miedo me agarra por la garganta y escupe:

«Morirás sin logros, sin testigos, sin herencia»,

le clavaré entre las costillas

esta verdad escrita con sangre de diente de león:

«Prefiero el fracaso que elija

al triunfo que me eligió a mí.

Prefiero ser semilla en el viento

que flor en el jardín de los domesticados.»

Busca a los que tallan su nombre

con uñas y hambre en los muros del abismo.

No estamos solos:

Somos los dientes sueltos

de una bestia que aún no sabe

que ya puede morder.

Vos, que lees esto con los ojos cansados

pero con el puño cerrado bajo la mesa:

No te pido que incendies el mundo.

Solo que hoy —solo hoy—

no apagues el fuego que te dejaron

como herencia los que ardieron antes.

Este poema no es arte. Es un arma oxidada

que llega con las huellas

de todos los que intentaron usarla

antes de ser devorados por el silencio.

Ahora decidí:

¿La vas guardar en un cajón de metáforas bonitas

o vas a sentir su filo en tus palmas

y entender, por fin,

que el dolor de usarla

nunca será peor

que el dolor de no haberlo hecho?

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