I. EL HOMBRE QUE DESAFIÓ EL ABISMO
No fue solo un general,
fue el primer argentino que soñó en continente.
Cuando en 1816 los realistas reían:
«Ningún ejército cruzará los Andes»,
él ya miraba más allá:
al mar que lo llevaría a la gloria.
En Mendoza, entre mapas y brújulas,
forjó no solo espadas,
sino la primera armada de la libertad,
clavo a clavo,
vela a vela,
como un David sudamericano
contra el Goliat de los mares.
II. EL PACÍFICO, CAMPO DE BATALLA
El océano no era agua,
era el camino hacia la victoria final.
En 1818, sus naves —pobres, audaces—
se lanzaron contra la flota realista:
Combate de Valparaíso,
Combate naval de Talcahuano,
hasta el asedio de El Callao.
Y cuando el almirante Cochrane dudó,
San Martín le recordó:
«No se gana libertad con medias tintas».
III. LA PROEZA QUE EL MUNDO OLVIDÓ
Mientras Bolívar liberaba el norte,
San Martín dominaba el Pacífico,
cortando el aire y sal que alimentaban
al último bastión realista: Perú.
En 1820, desde Valparaíso,
zarpó con 4.000 hombres
—la mayoría argentinos—
hacia Lima.
No fue invasión,
fue liberación por mar y tierra,
como un César sin corona,
un Napoleón sin ambición.
IV. EL LEGADO QUE FLOTA
Hoy, cuando un barco argentino
surca el Cabo de Hornos,
o cuando la Armada patrulla el Atlántico Sur,
ahí está su espíritu:
San Martín no murió en Boulogne-sur-Mer,
se fundió en el salitre de nuestras olas.
Por eso, cada vez que un niño
dibuja un velero en un cuaderno,
o un cadete mira al horizonte,
el eco resuena:
«El mar no es frontera,
es el lienzo donde pintamos patria».








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